A falta de un candidato propio, o siquiera uno cercano a los horizontes del liberalismo, se tuvo que elegir librado o no de las etiquetas ideológicas.
Ni Hayek, ni Misses, ni Rand se asomaron en esta segunda vuelta presidencial; al contrario, fueron Maquiavelo, Keynes o Schmitt los que susurraron al oído del tercio de electores que perdimos.
Estamos en un periodo de introversión global, el capitalismo ya no es la propuesta única. El sibilino francés ex jefe del FMI resucitó el intervencionismo a toda máquina, el BM como nunca rescata países, la UE se tambalea y por aquí vivimos en el vaivén de la bolsa. Todo discuso liberal podría ser considerado poco feliz.
Pero así como los techos que adornan la serranía, a cada lado de las candidaturas, los que adornamos nuestras bibliotecas con Popper y Friedman nos enfrentamos tratando de defender a los indefendibles. Supongo que la amistad sigue ahí y que los principios siguen uniendo una postura que tiene la oportunidad en este siguiente lustro de demostrar coraje y coherencia, y definir de una vez una propuesta para hacer las cosas mejor.
Cinco años para atreverse y hacer algo, es una oportunidad, los que gobiernan merecen otro enfoque a que oponerse.